"Hasta que la muerte nos separe"
Advertencia al lector: Esta historia contiene contenido explícito, gráfico y sugerente que explora temas como el incesto tabú, necrofilia, sexo anal, profanacion de cadaveres, suicidio, muerte de personaje principal, no consensuado.
Se recomienda discreción al lector.
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Estaba jodido, roto.
No podía procesar lo que había pasado... Mi mente se quedó atascada hace dos días, cuando cenábamos con mamá y Gordon. Bill apenas había tocado su plato, lo cual era extraño, ya que siempre era el primero en terminar de comer.
"Estoy lleno... Tengo mucho sueño, me voy a la cama. Disfruten de su comida."
Dijo antes de levantarse de la mesa. Lo vi subir las escaleras; su esbelta figura se hundía en la oscuridad con movimientos casi hipnóticos.
Nunca se me había pasado por la cabeza que quizá esa sería la última vez que lo vería.
Y ahora aquí estaba yo, de pie junto a su ataúd, en su funeral... Mi querido hermano Bill se había suicidado. Mi amor, mi otra mitad, me lo había arrebatado todo...
Se veía tan hermoso. Las sábanas de seda blanca y el encaje contrastaban con su figura oscura y elegante. Vestía un traje negro y una gargantilla negra con una cruz de metal que adornaba su delicado cuello. Su expresión era impasible, con una tranquilidad inquietante.
Sus ojos, adornados con su característica sombra negra, estaban cerrados para siempre. Sus largas pestañas proyectaban una delicada sombra bajo ellos. Su piel era tan pálida, casi vampírica. Se veía demasiado hermoso, incluso muerto.
Era el cadáver más hermoso que jamás había visto...
«Si la muerte es tan hermosa... me encantaría conocerla», pensé mientras acariciaba su fría mejilla.
Todos lloraban. Bill siempre había sido tan impredecible, y esta vez, nos tomó por sorpresa.
Observé a todos salir del salón donde estaba el ataúd, rumbo a cenar.
-Hijo... ¿te gustaría acompañarnos? -preguntó Simone. Negué con la cabeza. Ella comprendió que necesitaba tiempo para despedirme de mi hermano gemelo.
Finalmente, me quedé a solas con Bill. Me acerqué lentamente al ataúd. Verlo allí, tan tranquilo, me llenó de ira, de celos... Solo deseaba que despertara de ese sueño profundo, pero eso jamás sucedería.
-¿Por qué lo hiciste, Billy? -pregunté al silencio, esperando una respuesta que nunca llegaría.
Su cuerpo sin vida me llamaba, atrayéndome como un imán, y en un abrir y cerrar de ojos, estaba a solo centímetros de sus labios.
Acorté la distancia con un beso casto, y luego lo profundicé. Sentía los pantalones apretados, mi cuerpo ardía de calor. Desesperado, me subí encima de él dentro del ataúd, devorando su boca, profanándolo con mi lengua pecaminosa. Estaba muerto, pero aún podía sentir la humedad y el calor que emanaba de él. Sabía tan dulce, tan dispuesto, incluso después de muerto.
Estaba duro como una piedra. Me saqué la polla de los pantalones y comencé a masturbarme mientras observaba su cuerpo inerte. Tomé su mano fría y la envolví alrededor de mi pene caliente y palpitante. Empecé a moverla arriba y abajo, como si fuera Bill el que lo hiciera.
-Mhm, Bill... -gemí en éxtasis, pero no era suficiente; no podía tener suficiente.
Rápida y bruscamente, le desabroché los pantalones y se los quité junto con sus bóxers. Su pene no erecto saltó deliciosamente. Le separé ligeramente las piernas y escupí en mi mano. Empecé a tocarlo y a humedecer su entrada con mi saliva.
Con cuidado inserté un dedo, luego dos, y comencé a bombearlos dentro de él, imaginando cómo reaccionaría si estuviera vivo, apuesto a que estaría gimiendo mi nombre como loco con esa dulce voz suya...
Una vez que la entrada de Bill estuvo lista para mi polla, la froté en ella, humedeciéndola y presionando suavemente para que entrara sin problema.
Bill está muerto, podría haberme ahorrado todo eso y haberla metido en seco, pero no... es mi precioso y delicado muñeco.
Suspiré profundamente con mi polla enterrada en el. La sensación era sofocante, deliciosa. Sentí que me iba a correr antes de siquiera empezar a moverme.
Comencé a empujar mis caderas suavemente mientras lo besaba y dejaba rastros calientes a lo largo de su delicado cuello.
Aumenté la intensidad, viendo mi polla aparecer y desaparecer dentro de él.
Ahogué un gemido; estaba demasiado cerca. Los movimientos se volvieron frenéticos y bruscos. Sentí mi orgasmo inminente en la punta de mi polla.
Finalmente, me corrí dentro de él. Me desplomé sobre él, exhausto, con la adrenalina a tope y lleno de excitación. Sin duda, había sido el mejor polvo de mi vida. Ni siquiera las rubias tetonas y atractivas que se me tiraban me habían hecho sentir lo que mi hermano muerto me había causado.
Salí de él con un húmedo "pop". Me bajé del ataúd y me acomodé la ropa. Vi cómo un hilillo de mi semen se le escapaba de la entrepierna. Lo recogí con los dedos y se lo metí. Le acomodé la ropa y el ataúd para que pareciera que no había pasado nada.
Le di un suave beso en los labios antes de irme.
-Lo hiciste muy bien, te amo... -
Me alejé del ataúd y me retiré al comedor donde estaban todos. Antes de entrar, intenté calmar la adrenalina. Simplemente no podía aparentar felicidad de la nada cuando mi hermano había fallecido y todos estaban tristes.
Lo volvería a ver pronto, estaba seguro de ello...
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